Un diamante en bruto "Perdón"
Autor: Melissa Montes
En una pequeña pero linda joyería, se encontraba un joyero muy famoso por su talento y cuidado de cualquier tipo de joya: anillos, cadenas, pulseras, aretes, etc. Y mucha gente acudía a él para comprar o atender cualquier delicada joya. Tenía muchos clientes y su trabajo era muy bien reconocido. Así que, en su tiempo libre, el joyero procuraba dejar todo en orden para el día siguiente y también aprovechaba para cada noche ir en búsqueda de su más preciada pieza que por años había conservado con tanto cariño en su taller. El joyero había adquirido de un familiar muy querido un hermoso anillo con 2 pequeños diamantes que hacían lucir su belleza. El joyero amaba con todo su corazón a ese anillo y cuidaba de este cada día, procuraba darse su tiempo para que cada diamante de este perfecto anillo estuviera reluciente. Así que gozaba el joyero ver a su anillo impecable por toda la dedicación puesta en su anillo. El joyero era muy meticuloso en su atención y hacia todo lo necesario para que el anillo se sintiera querido. Y por supuesto que el anillo agradecía la dedicación puesta en él al relucir su tan peculiar belleza y quedar inigualable. Al igual que el joyero el anillo quería mucho al dueño y quería que este siempre estuviera para él. El anillo era una parte muy importante de su vida, pues le recordaba una muy buena parte de su historia familiar. Pero un día el joyero recibió un obsequio de un cliente muy satisfecho por su trabajo y le dio un anillo, este no era perfecto ni tan bello como el suyo, pero había algo que al joyero impresionó y lamentablemente empezó a prestar cada vez menos atención a su pequeño y antiguo anillo. Por consiguiente, este se empezaba a poner cada vez menos reluciente por recibir cada vez menos atenciones y además se sentía muy triste. Su dueño había empezado a olvidarle. Con el paso del tiempo el pequeño anillo quedo hasta empolvado, y muy de vez en cuando el joyero se acordaba de su preciosa pieza, pero sólo la veía pasar, cerciorándose de que sólo estuviera bien guardada. Un día al pasar al lado de su pequeño anillo, el joyero se dio cuenta que se había olvidado por completo de este, pero el anillo lo perdono, ya que este no le guardó ningún rencor y lo seguía queriendo.
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Esta historia nos enseña que no hay que tenerle rencor a la gente, si es que estos llegaran a herir nuestros sentimientos, sino que hay que saber perdonarlos y dar la vuelta a la página para continuar tan bien como antes.
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