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La gran amistad de Bony y Pelusa "perdón"

Autor: Ana Paula Martínez y Margarita Martínez

Había una vez dos conejitos, llamados Bony y Pelusa, que desde que nacieron habían sido los mejores amigos, siempre jugaban juntos en sus casas, se compartían las zanahorias y todos los días salían a jugar juntos, prácticamente siempre estaban el uno para el otro…

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Un día el conejito se preguntaba por qué el otro conejito no le contestaba sus mensajes y por qué ya no le hablaba. ¿Acaso había hecho algo malo?, ¿su amistad se había acabado para siempre? Por lo que él sintió que se le había roto su corazón y empezó a llorar mucho y con el paso del tiempo, habiendo pasado unos años, los hijos de uno de los conejitos entraron a la escuela y ahí conocieron a la otra familia de conejos que eran muy agradables y se fueron conociendo cada vez más y más, hasta que las dos familias de conejitos bebes se hicieron mejores amigos y un día una familia invito a la otra a la casa y ahí todos se llevaron la gran sorpresa de que las mamás de cada familia eran Bony y Pelusa y cuando se vieron no lo podían creer, pues llevaban tantos años sin verse, sin preocuparse de ellas, sin acordarse de nada, es más sin si quiera pensar una en la otra, que se les llenaron los ojitos de lágrimas y primero no sabían que hacer, no sabían si ignorarse, saludarse, abrazarse o qué hacer y esperaron a que los hijos conejitos se fueran a jugar para ellas empezar a hablar y dejar en claro todos  sus sentimientos, contarse lo que había pasado entre esa amistad. Bony le dijo a Pelusa lo que había pasado: que las otras conejitas le había dicho a Bony que Pelusa había dicho muchas cosas malas sobre ella y que en realidad no eran amigas de verdad, además que Pelusa sólo la quería por las cosas que tenía, entonces Bony se enojó demasiado, ya que en realidad había creído que todo lo que le habían dicho de su amiga y por lo tanto, Bony había decidido mejor alejarse de ella porque creía que Pelusa no era una amistad sana para ella, y por eso decidió mejor dejarle de hablar sin darle ninguna razón y ya cuando le dijo eso, Pelusa le afirmo que por ninguna razón ella haría algo así, pero que aún así, le daba una muy sincera disculpa por no haberse acercado antes a preguntar qué era lo que había pasado, y desde ahí las dos familias fueron las mejores amigas que pudiéramos imaginar.

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Esta historia nos enseña a que el dolor sana con el tiempo y con el apoyo de nuestros seres queridos, además de que no hay que creer todo lo que la gente dice, ya que muchas personas sólo buscan la manera de herir nuestros sentimientos.

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